El auge del conservadurismo en la Gen Z
Y el papel silencioso que han jugado las redes sociales
A raíz de los acontecimientos políticos recientes, se ha hecho evidente que nuestra comprensión previa de la juventud era errónea.
Quienes recién comienzan a advertir este cambio podrían mirar hacia Estados Unidos y notar que el voto joven ya no es un bloque tan predecible como antes. O a Alemania, donde el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) se posicionó como la segunda fuerza más votada. O a lo ocurrido en Argentina, con la elección de Javier Milei; o a Italia, con Giorgia Meloni; o a Francia, donde Marine Le Pen sigue creciendo, sobre todo entre sectores jóvenes.
¿Qué está pasando?
Aunque no es el único factor, las redes sociales —y TikTok en particular— han jugado un papel decisivo en la formación política de las nuevas generaciones. De forma sutil y eficaz, muchos creadores de contenido conservadores han logrado introducir sus valores a partir de temas aparentemente neutros como la organización personal, las finanzas, la disciplina, la mentalidad o la salud.
En el mundo del fitness, por ejemplo, es común que influencers que promueven la fortaleza física y mental acompañen sus mensajes con ideas como la autosuperación individual, la creencia de que “el que quiere, puede”, el rechazo a la ayuda externa —“nadie va a venir a salvarte”— o críticas a la llamada “cultura de la queja”.
A esto se suma la cultura del grindset —el culto a la productividad y al éxito individual—, junto con comunidades como “GymTok” o los foros de criptomonedas: espacios que han naturalizado una visión del mundo cada vez más individualista, competitiva y alineada con valores de derecha.
Se trata de un conservadurismo que no siempre se reconoce como tal, pero que conecta con el malestar frente a ciertos discursos progresistas.
Este fenómeno también ha llegado a las mujeres jóvenes, aunque por rutas distintas. En TikTok e Instagram se ha vuelto cada vez recurrente encontrar creadoras que promueven estilos de vida tradicionales: cuidado del hogar, maternidad temprana, modestia, sumisión voluntaria, defensa de la familia nuclear.
Para muchas, esto no representa una forma de sumisión, sino una elección libre, incluso empoderada. Una manera de rechazar un feminismo que —según dicen— las empuja a competir en un mundo masculino en lugar de valorar su rol tradicional.
Y luego está Andrew Tate. Polémico, provocador, carismático para algunos e inaceptable para otros. Su impacto es innegable. Con un discurso centrado en la masculinidad, la disciplina y el rechazo frontal al progresismo, Tate se ha convertido en un referente para muchos hombres jóvenes que se sienten desplazados por las narrativas actuales.
En TikTok, sus videos circulan constantemente. Y lo hacen con enorme popularidad.
Ahora bien, nada de esto significa que la Generación Z se haya vuelto mayoritariamente conservadora. No sería justo afirmarlo. Pero sí estamos frente a un cambio profundo: la juventud ya no puede leerse, automáticamente, como sinónimo de progresismo.
Lo que emerge es una identidad política más ambigua. Una forma de pensar el mundo que no se expresa en partidos ni programas, sino en estilos de vida, códigos estéticos y relatos personales. Y si seguimos leyendo a la juventud con los mapas del siglo pasado, corremos el riesgo de no entender hacia dónde se está moviendo realmente.
Sí, por desgracia es algo que también vengo observando desde hace unos años.
No solo ocurre en TikTok; en Instagram y YouTube también se da. Y cuando lo he comentado con algunos padres, muchos lo niegan. Eso sí que es un problema.